2 Que Dios os llene de bienes y recuerde su alianza con Abraham,
Isaac y Jacob, sus fieles servidores.
3 Que a todos os dé corazón para adorarle y cumplir su voluntad con
corazón grande y ánimo generoso.
4 Que abra vuestro corazón a su Ley y a sus preceptos, y os otorgue
la paz.
5 Que escuche vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os
abandone en tiempo de desgracia.
6 Esto es lo que estamos ahora pidiendo por vosotros.
7 Ya el año 169, en el reinado de Demetrio, nosotros, los judíos, os
escribimos así: «En lo más grave de la tribulación que ha caído
sobre
nosotros en estos años, desde que Jasón y sus partidarios
traicionaron la
tierra santa y el reino,
8 incendiaron el portón (del Templo) y derramaron sangre inocente,
suplicamos al Señor y hemos sido escuchados. Hemos ofrecido un sacrificio
con flor de harina, hemos encendido las lámparas y presentado los panes.»
9 También ahora os escribimos para que celebréis la fiesta de las
Tiendas en el mes de Kisléu. Es el año 188.
10 Los que están en Jerusalén y en Judea, los ancianos y Judas
saludan y desean prosperidad a Aristóbulo, preceptor del rey Tolomeo, del
linaje de los sacerdotes ungidos, y a los judíos que están en Egipto.
11 Salvados por Dios de grandes peligros, le damos rendidas gracias,
como a quien nos ha guiado en la batalla contra el rey,
12 ya que El ha arrojado fuera a los que combatían contra la ciudad
santa.
13 Pues, cuando llegó a Persia su jefe acompañado de un ejército, al
parecer invencible, fueron desbaratados en el templo de Nanea, gracias
al
engaño tramado por los sacerdotes de Nanea.
14 Antíoco, y con él sus amigos, llegaron a aquel lugar como tratando
de desposarse con la diosa, con objeto de apoderarse, a título de
dote, de
abundantes riquezas.
15 Una vez que los sacerdotes del templo de Nanea las hubieron
expuesto y que él se hubo presentado con unas pocas personas en el recinto
sagrado, cerraron el templo en cuanto entró Antíoco.
16 Abrieron la puerta secreta del techo y a pedradas aplastaron al jefe;
le descuartizaron, y cortándole la cabeza, la arrojaron a los que
estaban
fuera.
17 En todo sea bendito nuestro Dios que ha entregado los impíos (a la
muerte).
18 A punto de celebrar en el veinticinco de Kisléu la purificación del
Templo, nos ha parecido conveniente informaros, para que también
vosotros la celebréis como la fiesta de las Tiendas y del fuego
aparecido
cuando ofreció sacrificios Nehemías, el que construyó el Templo y el altar.
19 Pues, cuando nuestros padres fueron llevados a Persia, los
sacerdotes piadosos de entonces, habiendo tomado fuego del altar, lo
escondieron secretamente en una concavidad semejante a un pozo seco, en
el que tan a seguro lo dejaron, que el lugar quedó ignorado de todos.
20 Pasados muchos años, cuando a Dios le plugo, Nehemías, enviado
por el rey de Persia, mandó que buscaran el fuego los descendientes de los
sacerdotes que lo habían escondido;
21 pero como ellos informaron que en realidad no habían encontrado
fuego, sino un líquido espeso, él les mandó que lo sacasen y
trajesen.
Cuando estuvo dispuesto el sacrificio, Nehemías mandó a los sacerdotes
que rociaran con aquel líquido la leña y lo que había colocado sobre ella.
22 Cumplida la orden, y pasado algún tiempo, el sol que antes estaba
nublado volvió a brillar, y se encendió una llama tan grande que
todos
quedaron maravillados.
23 Mientras se consumía el sacrificio, los sacerdotes hacían oración:
todos los sacerdotes con Jonatán que comenzaba, y los demás, como
Nehemías, respondían.
24 La oración era la siguiente: «Señor, Señor Dios, creador de todo,
temible y fuerte, justo y misericordioso, tú, rey único y bueno,
25 tú, solo generoso, solo justo, todopoderoso y eterno, que salvas a
Israel de todo mal, que elegiste a nuestros padres y los santificaste,
26 acepta el sacrificio por todo tu pueblo Israel, guarda tu heredad y
santifícala.
27 Reúne a los nuestros dispersos, da libertad a los que están
esclavizados entre las naciones, vuelve tus ojos a los despreciados y
abominados, y conozcan los gentiles que tú eres nuestro Dios.
28 Aflige a los que tiranizan y ultrajan con arrogancia.
29 Planta a tu pueblo en tu lugar santo, como dijo Moisés.»
30 Los sacerdotes salmodiaban los himnos.
31 Cuando fue consumido el sacrificio, Nehemías mandó derramar el
líquido sobrante sobre unas grandes piedras.
32 Hecho esto, se encendió una llamarada que quedó absorbida por el
mayor resplandor que brillaba en el altar.